“Lo que el yo no consigue incorporar es patógeno”
C.G. Jung
Desertas del campo de batalla porque el nivel de combate es demasiado bajo y no te estimula. Te vas de la guerra porque te aburre con su baja intensidad. No encuentras satisfacción en su número aberrante de muertes ni en sus cifras de destrucción. Buscas algo mucho más potente, algo que con tan sólo vivirlo unas horas te haga adicto de por vida. Buscas algo que para desengancharte sea necesario morir y resucitar, como mínimo cuatro veces: tetramorfos de la victoria sobre la vida y la muerte, base del pentagrama o símbolo de la estabilidad absoluta.
Necesitas una historia que realmente ponga todas tus virtudes a funcionar, que de una forma plena te satisfaga y haga reventar tu marcador de la felicidad y del agradecimiento infinito. Te vas de la vida porque te sabe poco a vida; te llega codificada en minúsculas cuando sabes que el código se ejecuta en mayúsculas.
Si eres producto de la explosión de un cometa, o de un asteroide sobre la superficie de La Tierra da igual, la clave está en saber si cuando poses tus pies en Marte o en cualquier otro planeta del Sistema Solar, buscarás vida anclándote a su restrictiva definición actual o la ampliarás para encontrar vida de verdad, no una que sólo responda a lo que consigues ver frente al espejo cuando te contemplas. El método científico es una herramienta precisa y te está llevando lejos, pero no seas esclavo de ti mismo; recuerda, para ayudarte a expandir las puertas de tu percepción, los consejos del viejo Unamuno cuando afirmaba con rotunda picaresca, “Yo tengo ideas pero las ideas no me tiene a mí.” No seas esclavo de las teorías que construyes para ser más libre. Quizá la vida sea algo que no tiene nada que ver con la vida y, sin embargo, te susurre al oído que sí, que es la vida con otro formato, con otros principios homeostáticos pero que tiene conciencia de ser materia delimitada por un patrón de forma y vinculada, al mismo tiempo, a un entorno infinito sin forma definida.
¿Qué te dicen tus sentidos? ¿Se crea tu piel al mismo tiempo que la necesidad de ser tocado, de tener tacto? La materia consciente de sí misma, que es lo que tú eres, no debe erigirse como paradigma de nada, muy al contrario, la consciencia la tienes para poder observarte en todo y perderte en miles de definiciones que no tienen nada que ver contigo pero que son tú.
También estás constituido por números, por la esencia de las matemáticas, del código, de la geometría celeste. En todo hay niveles y la dimensión en la que existes no es una excepción. Un pentagrama funcionando con la perfección de un reloj suizo marca cada uno de tus pasos: en primer lugar la función biológica, sirva como ejemplo la digestión que realizas con cada ingesta de alimentos; en segundo lugar la zona cerebral donde se encuentra la sala de control, en este caso el lado derecho del tronco cerebral; continuamos con el el órgano que ejecuta la acción, el estómago; le sigue el sentimiento de plenitud o indigestión y culmina con la realidad energética como producto último de la acción, el meridiano del estómago. Este pentagrama se encuentra regulado por la cuadripolaridad, psiquismo, energía, cerebro y órgano, una parte funciona conscientemente y la otra inconscientemente; la que tu yo controla, de la que eres consciente y con la que te sientes como en casa, es gobernada por el sistema cerebroespinal y la otra, la inconsciente, la imposible de domar, por el neurovegetativo: involuntario y automático.
Eres ese punto definido en el eje de coordenadas con un pasado claro, un presente en ejecución y un futuro en potencia; es decir, un saco de conflictos solucionados sobre la marcha, decenas de episodios de desvalorización que acaban con partes de tu cuerpo inflamadas en pleno proceso de curación y una cuenta bancaria que se expande o contrae al ritmo de la motivación con la que ejecutas la tarea diaria; da igual que la realices con herramientas intelectuales o manuales, especulación de investigación y desarrollo, doblando el lomo sobre la tierra o en un andamio de la construcción. Todo depende de la unidad de las funciones del pentagrama, de la coherencia entre el ritmo de tus pasos y tu forma de caminar; igual que el pájaro fabrica a la vez la función de volar, las alas y la parte del cerebro que las dirigirá; de la misma manera, tú crearás el mapa de tus sueños ajustándolo de forma exacta al tamaño de tu voluntad y al saldo de tus anhelos.
La energía del mundo inconsciente emerge del inagotable manantial de los sueños conscientes, material de expedición con el que adentrarte en la selva de tus recuerdos hasta dar con las fuentes de tu perpetua insatisfacción; las fuentes de tu propio Nilo, de tu lago Victoria, de tu Dr. Livingstone; máquinas diseñadas para descubrir las zonas invisibles de tu mapa del deseo, de tu ecosistema del placer, siempre tan próximo e inalcanzable.
- Portada de Pablo Buisan @buisanpablo