“A veces, los libros de texto de zoología nos hacen dar un salto desde la charca primigenia o desde el crisol marino, a la vida animal tal y como la conocemos hoy, con tal seguridad y rapidez que uno podría pensar que no hay aquí misterio alguno o, si lo hay, que se trata de un misterio insignificante.”
Loren Eiseley
Resbalando por los acantilados que te depositan frente a los mejores escenarios de realidad virtual de la Galaxia. Cantinas de amor deshidratado y recuerdos de pieles habitando en las últimas fronteras, en los confines del tacto; saltando de definición en definición, de cerebro en cerebro, de juicio en juicio… Goteando conexiones por cada uno de los poros de tu tejido neural. Sinapsis desconchadas, sombras de inteligencia artificial en el fondo de tu plasma sanguíneo. Regresión y máquinas en el origen de tus recuerdos ¿Fue antes el circuito o la célula? Antes de la primera fluctuación del Vacío, el Demiurgo ¿Fue biología o tecnología? ¿Hemos sido creados por una Ciencia ignota o por la Naturaleza? ¿Es el Cosmos un gigantesco cíborg, un inmenso vivero orgánico-tecnológico?
O quizás eres una reserva de energía que no se va a utilizar para nada. Una reserva de cordura que no se va a utilizar para nada. Una reserva de respeto a un credo único que no se va a utilizar para nada. Una centrifugadora nuclear, que genera conciencia de élite en las masas, que no se va a utilizar para nada. Eres la terapia de un dios que ha reprimido sus recuerdos de mortal y deambula por la tierra disfrazado de Biología “En realidad, existe una herida narcisista para tu orgullo humano: siempre vas a parar a conflictos muy arcaicos, de territorio, alimentación o reproducción; mientras crees de buena gana que tienes problemas sentimentales, espirituales o intelectuales” (C. Fléche, 2005)
El robot no se autoanaliza, es pura acción, energía conectada con ella misma, carente de límites respecto al tiempo y a la identidad. Freud se refería a tres heridas narcisistas: con Galileo, la Tierra dejó de ser el centro del mundo; con Darwin, el hombre pasó de ser el centro de la creación a ser el producto de la evolución; y con Freud y el descubrimiento del inconsciente, el Yo ya no es dueño de sí mismo. Hoy podemos añadir una cuarta herida: el ser humano viene predeterminado por su realidad biológica, permanece anclado a su fundamento biológico. Permanece a ras del suelo. El hombre está dentro de esta realidad, mineral, animal, humana y espiritual al mismo tiempo. Para sobrevivir está obligado a tener en cuenta su realidad básica. Tiene que alimentarse y beber y, como cualquier animal, necesita territorio y reproducirse. La verdad es que el ser humano es animal, vegetal y mineral; pero, si no respeta este fundamento, esta trinidad, morirá.
El tejido socioafectivo te conecta con tus necesidades, con tu sistema límbico, y al mismo tiempo estas emociones, estas órdenes funcionales de la biología, te conectan con el origen, con el creador de mundos, con el devorador de galaxias: crías universos para alimentarte de su energía cuando alcancen su plenitud. Has mutado en gerontocracia cósmica, en Cronos irredento mirándose en el espejo de Saturno mientras se alimenta de sus hijos. Constelaciones caníbales. Retorno infinito de la energía, construyendo con cada nueva oleada nuevos sentimientos, nuevas zonas donde experimentar otras dimensiones: micro-espacios donde un camello sí que pasa por el ojo de una aguja, por el sedoso interior de los agujeros negros: ataúdes neogóticos de la absorción definitiva del tiempo. Fotones del misterio que lo inundan todo, que están en todo, que son parte del Todo y son el Vacío Absoluto.
El cosmos no sabe de tiranos ni dictadores enquistados en el trono de la abyección y la paranoia; muy al contrario, todo lo hace desde la cooperación horizontal: infinitas partículas subatómicas entrelazándose para crear vida y no vida, luz y oscuridad en los confines de la imaginación; en los confines de las matemáticas experimentales y de la biología molecular: estrellas orgánicas y seres minerales, realidad y antimateria, carga atómica e insondable transparencia. Fuera de tu cerebro nada es cómo crees, como piensas, como sientes “Vemos sólo aquello que de verdad buscamos” (R. Lanza, 2009)
“Recuerda que todo lo que percibes, incluida esta página, se reconstruye activa y repetidamente dentro de tu cabeza; es lo que está sucediéndote en este preciso momento. Tus ojos no pueden ver a través de la pared del cráneo; toda experiencia, incluida la experiencia visual, es un remolino de información organizado dentro de tu cerebro. Si tu mente pudiera detener su motor por un instante, obtendrías un fotograma estático, de igual modo que el proyector de la película aísla la flecha en una posición carente de impulso. De hecho, el tiempo se puede definir como la suma interior de los estados espaciales; y cuando medimos eso mismo con nuestros instrumentos científicos, lo llamamos impulso. El espacio, por su parte, se puede definir como una posición, como algo inmovilizado en un solo fotograma; por lo tanto, hablar de movimiento a través del espacio es un absurdo” (R. Lanza, 2009)
Abismado en el interior de tu violado cuarto, del cubo donde te has hecho fuerte, del castillo de naipes donde te has enfrentado al reto de tu padre, al amor trufado de opioides de tu madre y a la alianza mutante de tus hermanos: ¿Cómo capta el mundo tu mente animal? Como un instinto programado y esculpido, fotograma a fotograma, por la película diaria de un mundo atravesado por infinitud de patrones de onda: planos de una familia que se adapta y progresa, se ayuda, se estimula, se perpetúa y progresa. También una poetisa que se mira en el espejo del océano y se inyecta el infinito en cada pupila pero, realmente no hay nada, no hay nadie “A 943 millones de kilómetros por hora, por ejemplo, el ritmo de un reloj sería la mitad de rápido que cuando está en reposo; y a la velocidad de la luz, a 1.078 millones de kilómetros por hora, un reloj se detiene por completo” (R. Lanza, 2009)
¿Estás ante una definición de Eternidad? ¿Debes abandonar el concepto de espacio para encontrar el Infinito? Eres espacio, el tiempo que pasas en la Tierra lo pasas creando espacio, eres espacio inaugurando velocidad y tiempo con cada inhalación; cada vez que observas cómo se mueve tu pecho, tu abdomen, te conviertes en el código, en la pauta que se repite perpetuándose y haciéndote mejor con cada respiración.
“Los cosmólogos, los biólogos y los evolucionistas no parecen quedarse atónitos, ni muchísimo menos, cuando aseguran que el universo, y con él las propias leyes de la naturaleza, apareció un día sin razón alguna. Quizá deberíamos recordar experimentos de Francesco Redi, Lazzaro Spallanzani y Louis Pasteur, experimentos básicos de biología que invalidaron la teoría de la generación espontánea, la creencia de que la vida había surgido como por arte de magia de la materia inerte (como los gusanos de la carne podrida) y no cometer el mismo error al hablar del origen del universo (R. Lanza, 2009)
La mejor improvisación es la más ensayada, no es azar, no es una tirada de dados, no es un caballo ganador, todo empezó hace 13.700 millones de años, cuando el universo entero se materializó de la Nada. Desde entonces se ha expandido sin cesar, primero con rapidez, luego a mayor lentitud; pero hace alrededor de 7.000 millones de años, la expansión comenzó a acelerarse de nuevo debido a una fuerza de repulsión desconocida, que es el principio constituyente del cosmos. Desde entonces el “no se sabe” ha inundado tus sueños de incertidumbre y de certeza. ¡No sabes! Esta es la genialidad de Dios; te ha borrado la conciencia plena para que puedas disfrutar eternamente del placer de desvelar el misterio, de encender antorchas en las cuevas de tus complejos neolíticos, de tu melancolía nómada. Siempre encontrarás la obscuridad en el origen de la Luz, pues recuerda, el espacio y el tiempo son una ilusión; tu luz es tu obscuridad, y la velocidad a la que desapareces la frontera última de tu pasión.