Devenir Nómada

“Antes del diálogo está la escucha, y antes de la escucha está la tolerancia”

                                               J.J. Roudiére

Cuando alguien a quien consideras un referente en tu vida deja de serlo, por su conducta o por su actitud, sientes una profunda decepción. Ya no te sirve como faro, su luz ha dejado de serte útil  para elegir la ruta más adecuada para llegar a buen puerto. Es aquí cuando debes ser consciente de estar juzgando a otra persona y por lo tanto de estar equivocándote. Nadie ha venido a este mundo para guiarte; somos las piezas de un puzle infinito, cada uno tenemos una función que vamos descubriendo día a día.

Sentirte alegre o decepcionado, victorioso o deprimido es tan sólo un estado pasajero con el que vas conformando el tejido emocional de tu vida. No hay buenos ni malos momentos; no triunfas o fracasas, tan sólo vives al ritmo que lo hace tu familia, tu ciudad y el universo en el que prevaleces y mejoras como individuo y como especie.

Ahora sientes que estás aprendiendo para más tarde sentirte estancado. Evalúas tu vida: nómina, responsabilidades, estudios… Haces lo propio con tu pareja y el resultado es bueno, malo… ¿Cómo mides tu éxito? Entre los sin techo y los propietarios de mansiones en espacios-paraíso, hay todo un abanico de posibilidades ¿Dónde estás tú? ¿Dónde te gustaría estar? Estas preguntas, obviamente, son irrelevantes; carecen de sentido ya que tú, como ente aislado, no decides nada. Sueles estar orgulloso de lo bueno que pasa en tu vida y culpar al sistema o a los demás de todo lo malo. Los dos extremos son excluyentes; lo que en verdad pasa, es que tenemos una enorme influencia en nuestro destino pero no de manera exclusiva. Hay todo tipo de factores externos a tu persona que alteran, a cada instante, la ecuación: alguien a quien ibas a conocer en tu librería favorita y con la que pasarías una tarde increíble paseando por las calles del gótico,  justo cuando iba a coger el metro consigue interceptarla una ultramotivada comercial de médicos sin fronteras, le convierte en socia de una causa perdida y ella, tras firmar el contrato, sube al metro media hora más tarde de lo previsto y, por lo tanto, ya nunca la conocerás. Así es de frágil tu sistema de creencias, tu centralita del control. Eres responsable, por supuesto, pero no del todo. Más bien atacas la pendiente y vas esquiando, clavando cantos, saltando rocas y, al llegar por fin a la meseta, respiras emocionado por el gran descenso, coges aire, te relajas y terminas tu tránsito por La Tierra en paz.

Otra versión te sitúa oscilando a un kilómetro de la orilla, mar adentro; subes y bajas al ritmo de la respiración del océano, sientes el latido del planeta, en minutos comenzarán a llegar las olas; las cabalgas hasta que te descabalgan, nadas hasta la orilla, te dejas caer bajo el sol y terminas tu tránsito por La Tierra en paz…  O, quizá no estás hablando de lo completo: la Vida, la Muerte, la Familia, el Trabajo… Quizá estás hablando de lo incompleto, de lo no terminado… Quizá estás hablando de tu vida, de las historias que humean con el té por la mañana y que, como el humo, se evaporan convirtiéndose en la ilusión del mediodía o la felicidad de la cena que, con la satisfacción del trabajo bien hecho, se abisma en el viaje inexplicable que representa el sueño. Eres inexplicable como lo es tu vida, tú historia; las filias y las fobias que vas creando con cada acción, con cada deseo de estar implicado en la ejecución de cada uno de tus actos conscientes que, inexorablemente, acabarán siendo dirigidos por el numinoso inconsciente. 

El cerebro que, una vez se obtenga el mapa de su cableado, te iluminará con la conclusión de estar realmente a las órdenes del límbico y este, del espiritual; se convertirá en el mejor testigo para sellar tu unión con la Nada y con el Todo.

“Como científicos, no debemos tener miedo a la verdad. Necesitamos comprender nuestro cerebro. Es natural que la gente piense que es sagrado, que no deberíamos jugar con él porque puede que en él se encuentren los secretos del alma. Pero yo pienso, y soy muy sincero, que si el mundo comprendiera cómo funciona el cerebro, se resolverían conflictos en todas partes. Porque la gente comprendería lo triviales, lo deterministas y lo controlados que son los conflictos, las reacciones y los malentendidos.” (Dr. Markram, director del proyecto Blue Brain, 2009)     

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