“Puede que parezca sorprendente que los físicos busquen la belleza, pero en realidad no tienen otra opción. Hasta ahora, no ha habido excepción a la regla de que la solución demostrable a cualquier problema resulta ser una solución estética”
Jeannette Winterson
Quizá ya no se trata de hacer posible la abolición de los privilegios seculares de determinadas élites, con sólo tomar consciencia puedes entender con claridad que lo que separa a las clases sociales, no es más que espacio psíquico y que, las murallas que dividen los niveles de bienestar en La Tierra, son una proyección de nuestra culpa y de nuestro miedo.
No hay diferencia entre los que mandan y los que obedecen, son pensamientos que acontecen en nuestra mente, manipulada para que cree y crea en esa fantasía. Dependiendo de dónde hallas nacido se te manipulará para que crees una u otra ilusión, que no dejan de ser más que alucinaciones controladas por nuestros cerebros, bien entrenados desde nuestro nacimiento, por padres que no son conscientes de que nos entrenan, pues ellos a su vez han sido manipulados para pensar que las divisiones de las tareas sociales son realidad; cuando la realidad como tal no existe; es sólo una manera de pensar que genera una manera de sentir y termina provocando una manera de comportarse. Pero, en cuanto digas basta y tomes consciencia verás que todo el andamiaje de la pirámide social se viene abajo como un castillo de naipes.
Nos hacen creer que hay gente culta e inculta, gente con dinero y gente sin dinero; es mentira, lo hacemos sólo por inercia. Nos han entrenado para comparar, juzgar y clasificarlo todo; cada parte del universo en el que existimos vibra en una determinada longitud de onda, los patrones de interferencia de todas estas longitudes de onda son la realidad, la verdad en la que todos estamos mezclados.
Los diferentes perfiles de personalidad son los distintos rostros de un solo organismo que ejecuta miles de funciones igualmente necesarias y de la misma valía para el sistema. Es falso que es más importante un cirujano o un banquero que un barrendero o un panadero; como tampoco es más importante una parte de un bosque que otra, o más importante una montaña que otra, o más importante un planeta que otro, o más importante una galaxia que otra.
El reduccionismo mecanicista sigue trabajando en esa inercia de separarlo y aislarlo todo para así poderlo estudiar y someterlo a la estadística, que nunca podrá unir al sujeto que investiga y con el objeto analizado, cuando realmente no existen como tal ni el uno ni el otro; ¿quién observa a quién? Marca las reglas el sujeto en busca de significado o es el objeto el que se va mostrando al margen de los deseos del sujeto cegado por el método.
Nuestra visión del mundo y del cosmos, que define el contexto de todo lo demás, se ve profundamente afectada por el grado en que todas nuestras facultades –intelectuales, emocionales, somáticas, relacionales- se integren en el proceso de nuestro conocer.
La manera en que abordamos al otro y en que nos relacionamos unos con otros es la herramienta que lo moldea todo, incluida nuestra evolución personal y la del cosmos en el que participamos.
Para salvar esa ilusión en la que todo y todos estamos separados y aislados de lo otro, debemos conectar con la exigencia que nos solicita, no sólo nuestra vida personal sino la naturaleza misma del universo, de permitir que emerja en nosotros una nueva capacidad de autotrascendencia, tanto intelectual como moral, a fin de poder vivir la experiencia de una nueva dimensión de la belleza y la inteligencia en el mundo, que no sea ya una proyección de nuestro deseo de belleza y de dominio intelectual, sino un encuentro con la belleza y la inteligencia del todo, que se despliega de un modo imprevisible.
Unos cuantos siglos antes de Jesucristo, Platón en su último diálogo, Las Leyes, ya se quejaba de ese espíritu mecanicista y cargado de desencanto que disecciona una naturaleza y un cosmos a los que como primer paso les niega el alma y cualquier posibilidad de sentir.
Escribía el sabio ateniense respecto a los físicos y filósofos sofistas del siglo anterior: “La verdad es exactamente lo contrario de la opinión otrora predominante entre los hombres, según la cual el sol y las estrellas no tienen alma… Con semejante cortedad de visión, todos los elementos móviles del cielo les parecían meramente piedras, tierra y otros cuerpos sin alma, aunque son los que proveen las fuentes del orden del mundo.”
Es tiempo de permitirnos como individuos y como especie una revisión de los vigentes mapas de la percepción y adentrarnos en lo desconocido, donde las pruebas sugieren que el cosmos es intrínsecamente significativo para la conciencia humana y coherente con ella; que la Tierra es un punto focal importante de este significado, un centro móvil de significado cósmico en un mundo que evoluciona al mismo ritmo que cada ser humano.
Por último, hablamos de un cosmos que como totalidad viva parece estar configurado por algún tipo de inteligencia creativa y omnipresente, una inteligencia de poder, complejidad y sutileza estética apenas concebibles, pero que está íntimamente conectada con la inteligencia humana y en la que podemos participar conscientemente.
Un nueva representación del mundo, “que coloca la mente y el yo modernos bajo una luz completamente nueva, al recontextualizar radicalmente el proyecto moderno. Pero tal vez lo más importante sea su promesa de contribuir al surgimiento de una nueva visión del mundo auténticamente integral que, manteniendo las insustituibles intuiciones y logros del desarrollo moderno y posmoderno, pueda reunir lo humano y lo cósmico y restaurar el sentido trascendente de uno y otro” (R. Tarnas, 2006)