La Cueva de la Gaviota

“Lo más incomprensible del universo es que sea compresible”

A. Einstein

Deslizándose entre los dedos, las gotas caen sobre la arena seca de la playa donde ha decidido desaparecer. El abanico de recuerdos que se agolpan en su mente filtran la luz de un bello atardecer ¿Por qué quitarse la vida en un escenario que invita a una fiesta de los sentidos? Las palmeras bailando al ritmo de la brisa, recortadas por las elegantes y pícaras gaviotas, encuadran el fluir tranquilo y sedante de los veleros entrando y saliendo por la bocana del puerto.

Las gotas de sangre caen sobre la roca blanca desde la que, apoyada con indolencia, contempla el mar; todavía está a tiempo, sólo tiene que volver al coche y pisar el acelerador a fondo hasta el Hospital del Mar, o llamar a emergencias pero, duda sobre lo que debe hacer, seguir viviendo sin ganas de hacerlo o morir sin demasiadas ganas tampoco.

-¿Qué hago?- se pregunta en voz alta; saca el teléfono y llama a V1

– ¿S2? ¡Qué sorpresa! ¿Qué cuentas?

– ¡Hola!, pues nada, estaba pensando en lo bien que lo pasamos el sábado y se me ocurrió llamarte a ver qué hacías, ¿lo pasamos bien verdad?

– Estuvo increíble; con esa luna espléndida en la terraza de Cala Venecia, lo pasé genial.

-¿Qué haces esta noche?- le pregunta S2

– Pues nada; hoy salgo tarde de la tienda, me toca almacén; llegaré a casa hecho polvo, daré un paseo rápido por la playa para…

-Es que…- le interrumpe S2

-¿Te encuentras bien?, te noto rara, ¿ha pasado algo?

-No, bueno, estoy en Cala Venecia…

-¡En serio! ¿Qué haces ahí un martes a estas horas?- le interrumpe V1

-Pues, llamé a T9 y le comenté que no iba a ir a trabajar hoy al despacho, le pasé los dos juicios que tenía a X5 y conduje hasta aquí; es que me siento rara, llevo un tiempo algo perdida…

-¿Ha pasado algo con Y6? ¿Ha vuelo a…?

-No, no, todo está bien; vuelve de Vancouver el sábado próximo; hablamos cada día, le está yendo súper bien; han terminado la presentación, les han aprobado el proyecto y vuelve con medio millón debajo del brazo para arrancar la nueva campaña. Es que, no sé, es como si últimamente todo me diera igual, es como si me hubieran desconectado apretando un interruptor.

-¿En qué parte de Cala Venecia estás?- V1 comienza a intranquilizarse, le nota algo inquietante en la voz, en la forma de hablar.

-En los grifos, estoy sentada en las rocas blancas que hay junto a la fuente.

-Vale, pues quédate ahí; cojo la moto y en media hora nos vemos.

-No hombre, pero qué dices, cómo vas a irte de la tienda y cerrar así, de repente; tus clientes son animales de costumbres, seguro que al menos hay uno que todos los martes a las tres, va a ver las novedades y a qué le recomiendes el cómic que leerá esa semana.

-Pues la verdad es que sí ¡jajaja! Pero, mira, me da igual… Me estás poniendo nervioso, algo pasa, te siento súper rara.

-Pero qué va a pasar, me he tomado un día libre, punto… – las gotas rojas  van formando pequeños ríos que desembocan en la arena blanca de Cala Venecia. Está tranquila, sigue sin apetecerle demasiado vivir pero, tampoco morir; comienza a sentir un fuerte hormigueo en las extremidades y los sentidos algo distorsionados, es como si se fuera ralentizando el tiempo y, a su vez, en su interior, todo tipo de pensamientos y visiones pasaran a la velocidad de la luz; se ve descendiendo por el cuello del útero de su madre, sintiendo la angustia de su propio parto, saliendo del entorno seguro donde había pasado toda su vida hacia otro del que sólo había oído durante meses voces y sonidos extraños; caminando, por esa misma playa, con su padre de niña pero, viendo el mar atrapado en lo alto de una colina, rugiendo entre las rocas por recuperar su libertad, ríos de agua salada descendiendo hacia las dunas de la playa.

-¡Buaaf! No pensé que fuera a ser así; ¡qué extraño es todo! Voy a sentarme en la Cueva de la Gaviota, aquí me puede ver cualquiera, le escribiré un whats a V1 que el espero allí.

V1 llega a Cala Venecia y no ve a S2, saca el móvil y ve el whats, siente un nudo en el estómago, entra en la cueva y ve un pequeño rastro de sangre en la arena, siente una punzada en el estómago que le hace estremecerse, ve al fondo a S2, se acerca corriendo, está inconsciente, nunca hubiera pensado verse en una situación así y con S2, el paradigma de la actitud positiva, no sabe qué hacer, saca el móvil pero ella vuelve en sí y le pide que no llame a nadie, que espere.

-Queda mucho tiempo, la vida está diseñada para prevalecer, no es tan fácil morir, tranquilo; te he llamado porque no sé qué hacer, me da pereza vivir pero también morir…

-No estás nada bien, perdona pero tengo que llamar…

-Pero a quién vas a llamar, a alguien que me saque de mi incertidumbre, de mi abulia absoluta por el día a día…

-Pero te estás desangrando, ¿eres consciente de lo que pasa?

-Pues cada vez menos y, de eso se trata, me he cansado de la consciencia limitada por los sentidos, quiero ir más allá, fundirme con el todo, disolverme en la nada y ser paz de aguas profundas, alejada para siempre del oleaje; de la superficie; estoy harta de juicios y de jueces; sólo quiero existir al margen de la vida y de la muerte, en un espacio que me libere de la dictadura de significantes y de significados…

S2 se desmaya y V1 llama a emergencias; llega la ambulancia y se la llevan a urgencias del Hospital del Mar; V1 les sigue en la moto cuando, de pronto, llaman al timbre de la puerta de la tienda; H4 está en la entrada con su mirada de pícaro, ha venido a por la única aventura de Corto Maltes que, hasta la fecha, aún no había sido publicada en castellano, “Una cita Pendiente”. V1 se levanta de la mecedora, se estira, toca el botón de apertura de la puerta y sonríe a H4 que, como acostumbra, llega puntual a su visita de los martes a las tres.

  • Del genial artista Javier Del Monte @javdelmonte

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