La memoria del nómada

– Me ofrecen el perdón, vivir como si los últimos treinta años de mi vida no hubieran sucedido; a cambio, debo traicionar a todas aquellas personas que amo y respeto. He matado y extorsionado pero no de manera diferente a como lo hacen las fuerzas de seguridad que trabajan para cualquier Estado. He juzgado y dictado sentencia de acuerdo a las instrucciones de quien me pagaba; al igual que hacen los jueces dependiendo del partido político al que sirvan – X1 le da vueltas a la última conversación con su abogada.

– Todo lo que he conocido se desmorona, tengo que construirme una nueva identidad, una nueva mirada, una nueva forma de hacer negocios; en definitiva, una nueva manera de caer en el abismo y resurgir tras una larga temporada en el infierno. Una nueva tierra me espera, una gran ciudad o un pequeño pueblo junto al mar… Disolverme junto con todos mis recuerdos, desaparecer sin dejar rastro, no volveré a escuchar mi nombre jamás ¿Merecerá la pena vivir habiendo muerto mi vida? Viendo como se desvanece ante mi todo lo creado. ¿Por qué ellos están por encima de la ley y yo tengo que padecer su insoportable peso? Todos somos iguales ante Dios pero no ante la justicia. ¿Qué hace el Diablo envuelto en la bandera del orden y la seguridad ciudadana?

X1 mira a través de la ventana las calles del barrio donde nunca más podrá volver a pasear, esta es su última noche en la ciudad. Lo daría todo por retroceder una semana en el tiempo y no subirse al coche poniendo rumbo a la isla – ¡Maldito antro del infierno!- susurra mientras se masajea el cráneo intentando sofocar las ganas de golpear su espesa cabeza contra las paredes y perder así el sentido y los vívidos recuerdos que, de esa fatídica noche, se agolpan ante sus ojos y se adhieren a su piel; sigue sintiendo el olor a gas, las llamas saliendo por la ventana del ático, los gritos de F6…

Se cala el gorro hasta las cejas y sale a la calle como un gato que explora los callejones acechando su próxima comida. Entra al Estrella Roja, al fondo ve la espalda inconfundible de L7 y se desliza hacia ella como el que ve un oasis en el desierto. No le puede decir que no se volverán a ver tras esta noche, el corazón le bombea fuera de control; ella está con su grupo de incondicionales, la banda al completo, juegan a los dardos en un reservado mientras beben cerveza y whisky. Se abrazan, se besan, X1 quiere que se vayan del bar y disfruten de las últimas horas que pasarán juntos pero, ella no tiene ninguna prisa, piensa que X1 seguirá ahí para siempre, al menos mientras siga vivo, pero no, a las 9 a.m. un coche anónimo, con un conductor anónimo le alejará del barrio para siempre.

L7 le nota extraño, él lo niega mientras se integra en la partida de dardos     –Vayamos al casino- le propone para conseguir estar a solas con ella; L7 acepta y salen juntos riendo y apurando los últimos tragos de un delicioso Macallan Sherry 25 años. Deambulan por las mesas de juego como un jaguar por su territorio en la selva; ninguno quiere mirar a la puerta blanca del fondo, tras ella comienza el auténtico casino, mesas de póker salvaje, partidas que pueden durar cuatro horas o cuatro días. No pueden resistir la tentación, llaman, cantan la clave para entrar y se sumergen en el torbellino fascinante del ajedrez de los naipes. Pasadas dos horas salen del casino con tres mil euros más en los bolsillos y unas tremendas ganas de hacer el amor.

X1 conduce hacia la casa de L7, tras el tsunami de saliva, deseo y placer, toman una última copa en la terraza con la ciudad a sus pies. L7 tiene un encargo por la mañana y saca a punta de besos a X1 de su casa, pues necesita dormir al menos cuatro horas. La besa por última vez y se marcha con un nudo en el estómago, bajando las escaleras las lágrimas inundan sus ojos, la edad le ha vuelto sentimental, ahora cualquier cosa le llega, le afecta, se ha vuelto sensible y esto le tiene algo desconcertado.

Conduce despacio por esas calles que, ahora al tener la certeza de no volver a pisar nunca más, se le antojan mágicas; tras cada esquina asoma un recuerdo, una nube de imágenes flotando sobre el asfalto mojado; el Mustang avanza hacia el Parque del Oeste, las primeras luces del alba comienzan a ganarle el pulso a las profundas tinieblas de las noche, observa el Templo por última vez, la fuente fluye al margen de lo que acontece en su entorno, el mismo brotar constante que le hizo soñar con una nueva vida hace treinta años; un gato blanco pasea hierático sobre las piedras milenarias de la vieja muralla, la luna va desapareciendo junto con su tiempo, se vacía el reloj de arena que marca su vida en la ciudad.

Queda enfrentarse con el último de los dragones dormidos; con el abismo de fuego y sangre que le ha conducido hasta aquí. Segundo a segundo, calle tras calle, se detiene en el número cinco de la calle 7, la plaza del obelisco comienza a iluminarse, a su espalda, con los primeros rallos del día; las rejas de acero de la puerta de T5 brillan como espadas; X1 cierra la puerta del coche con suma delicadeza y se mete la mano en el bolsillo para tocar la 9 milímetros y, junto a esta, el teléfono; marca el número de T5, si no contesta no habrá otra oportunidad.

La puerta se abre y se abrazan; T5 duerme poco, le recibe con un té en la mano y su perra, Pinki, enredada entre sus piernas. Lo invita a pasar, atraviesan el enorme piso hasta llegar a la cocina y salen a la terraza, donde se dejan caer, cada uno en una mecedora, bajo las ramas imponentes del viejo roble -¿Cuántos años me dijiste que tenía este árbol?- le pregunta X1 mientras acaricia a Pinki – Ciento noventa y tres, o al menos eso me dijo el que me vendió la casa, y contemplando estas inmensas ramas, creo que no me mintió-, -Seguro, es maravilloso; siempre que estoy aquí siento un estado de paz muy especial, es como si todos los problemas se disolvieran y carecieran de importancia – comenta X1 al tiempo que acepta la taza de té que le ofrece T5. Charlan sobre la mujer y las dos hijas de T5 que ahora están esquiando en los Alpes franceses, en un pequeño pueblo llamado Valmorell la belle; a J2, la esposa de T5, la conoce incluso antes de conocerle a él, coincidieron en el instituto con 16 años,  llegaron a tener un pequeño escarceo amoroso pero todo quedó en unos cálidos besos adolescentes en el portal de  J2.

X1 se levanta para ir al servicio y se pregunta cómo puede haberle hecho esto T5, su mejor amigo, su hermano, cómo puede haberle echado a los leones, algo se le escapa; la información de que ha sido T5 quien le ha delatado es fiable al cien por cien pero, aún no entiende el motivo; podía haber entregado a otros, incluso trofeos más sabrosos que el mismo y que implicaban la misma sentencia de muerte, ¿por qué a él? T5 le mira nervioso y acaricia a la perra, X1 le mira cansado y piensa en que nunca volverá a sentarse bajo ese roble, ni volverá a ver su viejo amigo; se levanta, va a la cocina y toca la empuñadora de la 9 milímetros, mira a T5, a Pinki durmiendo enrollada a su pies; vuelve a la terraza y le pregunta a bocajarro -¿Por qué lo has hecho?-, -Eras tú o J2, la habían pillado con la falsificación de los cuadros y el blanqueo de mi dinero en la galería; no tenía elección, era mejor perderte a ti que a ella- contesta T5 -¿Y si te pego un tiro en la cabeza? ¿No la perderías también a ella?- contesta X1 que no deja de tocarse el bolsillo de la pistola –Lo pensé, pero descarté que pudieras matarme, supuse que lo entenderías… – X1 se levanta, carga el arma y se la pega en la frente a T5, la perra se despierta y comienza a ladrar; T5 cierra los ojos y X1 guarda la pistola, atraviesa el enorme piso de T5 y conduce de vuelta a casa; le quedan 3 horas en la ciudad.

Todo le parece lento, los coches tras los que conduce, los porteros que  abren las puertas secretas de la ciudad; la enorme masa urbana hecha de emociones y hormigón le rinde pleitesía, conoce sus entrañas, el latido de su corazón de diamante, cuevas y áticos, lupanar y sonrisas de terciopelo; el espectro completo del hedonismo, ahora con los minutos contados. Divina carne de cañón que ha traicionado a su sangre y, aun así, mientras todo lo que define a una persona con honor es masacrado, en su interior se siente en paz, era él o ellos, no hay más.

Sube las escaleras de casa por última vez decidido a dejarlo todo atrás, cuando siente la necesidad de retroceder, enciende el Mustang y conduce hipnotizado hasta Paseo de la Gloria 25, toca el timbre del ático 2 y se abre la puerta. Lleva años sin tocar ese botón dorado, ese vórtice hacia no sabe dónde; pero, cuando eres socio de Beelzebú, cualquier puerta puede llevarte de vuelta al cielo o enterrarte en fuego para siempre.

Le abre P9, el paradigma de la amistad profunda, se conocen desde primaria, una vida compartiendo mediocridad y milagros; se dan la mano con frialdad y valoran la necesidad emocional del otro – ¿Qué onda? ¿Cómo tú por aquí?– le escupe en la cara P9; la tensión congela el aire, todo parece estar rodeado de nitroglicerina, un movimiento en falso y todo saltará por los aires. Hace nueve años X1 cerró el negocio de P9 y envió a su hermano a la cárcel como consecuencia de un encargo que ejecutó a la perfección. Una cosa llevó a la otra y acabó acostándose con la chica de P9, lo que hizo redonda la humillación y la traición. Hoy siente la necesidad de encontrarse con la persona que ocupa un lugar de honor en su maltrecha conciencia; Además, como suele pasar en estos casos, la mala suerte se cebó con P9, a los pocos meses de haber visto desaparecer su mundo, tuvo un trágico accidente, uno clásico, en la carretera de la costa con unos niveles aberrantes de alcohol en sangre, su 4×4 se despeñó y él quedó en coma unos cuantos días, cuando despertó tuvo que enfrentarse a su nueva realidad y a una cojera que le acompañaría de por vida.

– Bueno, no te quedes ahí, pasa- consigue articular P9, saliendo del asombro – ¡Gracias!- X1 entra vacilante a la casa – Lo cierto es que llevo años queriendo encontrarme contigo pero la vida te va engullendo en su vorágine, y acabas sin tener tiempo más que para resolver las miles de tareas que te caen encima cada día, los jefes te exigen como si pudieras desdoblarte en varias personas a la vez, ¿Si o no?- le pregunta X1, pasándole una cerveza e intentado atravesar el muro que siente entre los dos.

–Pues la verdad es que no, ya que llevo un tiempo fuera de circulación y mi vida se ha convertido en una mierda desde que, concretamente tú, me reventaste el negocio y quedé endeudado de por vida con el puto banco y con el cabrón de V3 que, además, es infinitamente más hijo puta que los del banco, pero por lo demás todo bien, y a ti ¿cómo te va? – P9 mira al suelo y se frota las manos como si tuviera que mantenerlas en calma para que no volaran hacia el rostro de su visitante – La verdad es que, debo decirte que me estoy poniendo cada vez más nervioso; desde que te he visto ahí, parado en mi puerta, un hervidero de imágenes, todas muy chungas, se agolpan en mi cabeza y todas relacionadas contigo y con tu gente; puedes decirme de una puta vez, ¿qué cojones haces aquí?- P9 se acerca nervioso a X1 que, consciente del peligro que corre, le pide disculpas por el pasado y le ofrece otra cerveza que saca de un tirón del pack que lleva bajo el brazo.

Llegado a este punto, toma consciencia de estar haciendo cualquier cosa, por patética que sea, con tal de no abandonar la ciudad, su vida; lleva cincuenta años tejiendo una tela de araña que recorre cada tramo de la gran urbe; de la inagotable ubre que le alimenta desde hace décadas, ¿hacia dónde va ahora?, al destierro…

Vuelve en sí y contempla a P9 frente a él, a pocos centímetros de su cara y  con una lata de cerveza aplastada en su mano derecha -¿Otra?- le grita X1 consciente de que tiene que largarse de ahí ya –Bueno, P9, ha sido un placer, tengo que irme, nos vemos por el barrio, ¡cuídate!- X1 sale por la puerta sin esperar la respuesta de P9.

¿Qué está haciendo? Por qué no abandona de una vez este antaño paraíso convertido en lupanar donde, en unas horas, ni las ratas querrán caminar junto a él. Es la inercia de miles de momentos fascinantes, sus primeros todo, sus últimos todo -¡Joder qué duro!- susurra X1 mientras abre la puerta del Mustang.

En casa, esa cueva que ha sido su refugio durante treinta años se disuelve ante su mirada, lo es todo y ya es nada, se va, desaparece, suena el timbre, un coche negro, del color de las despedidas, le está esperando, son las 9 a.m. en punto, la mafia estatal no pierde el tiempo. En el aeropuerto revisa su documentación, no reconoce el nombre que lee en su DNI, ni en su pasaporte, ni en su tarjeta de embarque… Ha desaparecido, se ha evaporado junto con todo su mundo… Despega, se eleva sobre el mar.       

  • Portada de la genial Nela Prieto

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