“La sensación intuitiva de que hay un yo ejecutivo en la sala de control de nuestro cerebro, atento a las pantallas de los sentidos, que pulsa los botones de nuestros músculos, es una ilusión”
Pinker
Todo comenzó con Theodor Adorno, la Escuela de Fráncfort y la Teoría de la Aguja Hipodérmica de H. Lasswell. Fue a mediados del siglo veinte cuando la psicología se puso al servicio de la publicidad y de la propaganda política con el objetivo de manipular mentes y crear, mediante inoculación de deseos artificiales, pulsiones de compra, adhesión a ideologías políticas e identificación vehemente con todo tipo de marcas.
Las tendencias que absorbe nuestro sistema límbico, puenteando a la corteza prefrontal; es decir, lo que experimentamos como si sólo fuéramos mamíferos en lugar de hacerlo como seres humanos, nos obliga a traicionarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno por seguir un modelo de conducta con el que nos ha colonizado un medio de comunicación, la estrella de una red social o el sistema de propaganda de un partido político.
El cerebro pesa escasamente kilo y medio y sin embargo es el objeto más complejo del sistema solar. Sabemos más del universo que nos rodea que lo que podemos asegurar conocer de nuestra mente. Ser conscientes de nosotros mismos, de nuestros pensamientos y sentimientos, es un gran paso para no ser convertidos en marionetas de cualquier estrategia de comunicación o marketing. Cuanto más conscientes seamos de lo que hacemos y de lo que nos pasa en cada momento, más libres seremos y más capacitados estaremos para utilizar las nuevas tecnologías y redes sociales como herramientas para implementar nuestra capacidad de interactuar entre nosotros, ya sea en un plano de amistad, de trabajo o de pareja. También disfrutaremos más del amor pasando más tiempo conectados con nosotros mismos, ya que de esta manera también lo estaremos en mayor medida con las necesidades y los retos que compartimos con nuestras parejas, socios o amigos.
¿Dónde reside la mente y la identidad? Quizá lo haga en el cerebro y de ahí el gran misterio que aún esconde este órgano, siendo el de los humanos parecido al de algunos mamíferos y casi idéntico al de algunos simios, excepto por el área 10, esta capa granular interna de la corteza prefrontal lateral es casi dos veces más grande en nosotros que en la de los primates. El neurólogo Michael Gazzaniga afirma que “El área 10 interviene en la memoria y en la planificación, la flexibilidad cognitiva, el pensamiento abstracto, en la elección de los comportamientos adecuados y la inhibición de los inadecuados, en el aprendizaje de reglas y en la selección de la información relevante a partir de lo que perciben los sentidos”.
Está claro que nuestro destino no pasa por convertirnos en marionetas articuladas por nada ni por nadie; cuanto más nos conozcamos más fascinados estaremos con nuestras propias facultades y no caeremos presos con tanta facilidad de las destrezas y habilidades de otros, exhibidas y potenciadas por las redes sociales con fines espurios y con un objetivo evidente de provocar desinformación y falta de claridad entre lo verdadero y lo falso, generando una surrealidad donde parece que todo vale, que no hay reglas con tal de conseguir el beneficio individual y egoísta de uno mismo o de un colectivo que segrega a los que no defienden los mismos preceptos con los que sus líderes les han marcado en la conducta, de la misma manera en la que el propietario de un rebaño marca a sus reses para así diferenciarlas del ganado de otros propietarios o conductores mediáticos de masas.