“La supersimetría es la propuesta definitiva para una completa unificación de todas las partículas”
Abdus Salam
Respirar para comprobar que dispones de tanto aire como necesites; rendido ante la abundancia, llenas tu conciencia de vacío, regalas hasta el último átomo de lo que te falta; la gravedad es una fuerza muy débil pero te mantiene pegado a tierra.
Respirar para mantener bajos los niveles de entropía y conseguir que el respeto por ti mismo genere los recursos suficientes como para no tener que vender la última colección.
Respirar para que el oxígeno que recorre tu columna vertebral no se vuelva contra ti mismo, al sentirse ignorado, y solicite un rescate por tu vida que no puedas pagar.
Respirar para flotar en el río sagrado donde vuelven calcinados los restos humanos, que danzaron en la hoguera de sangre y de paz, de no tiempo y de eternidad.
Respirar como se mueven las olas en altamar; respirar en una esfera que gravita en un lecho de geometría fractal.
Respirar para inhalar la belleza de lo creado, de la forma y su reflejo; la poesía y la ciencia saliendo de la caverna y estudiando la Naturaleza, no porque sea útil sino por el placer de hacerlo.
Respirar para observar desde la incertidumbre, como un puñado de certezas dan sentido a la aristocracia del conocimiento, habitantes de una realidad que se autorregula: organismo consciente de sí mismo que genera espacio donde propagarse y autosatisfacerse.
Respirar para cooperar con estructuras estables donde vacas conscientes se ordeñen a sí mismas mientras suena la trompeta de Chet Baker en el establo.
Respirar para que la brújula deje de dar vueltas; magnetismo, gravedad, quantum: paquetes de energía circulando en el mercado de partículas, para que la luz se curve y nos permita ver.
Sueños de productividad donde las constantes de Max Planck y los campos de Maxwell se fusionan: simios despertando en las trincheras de una guerra donde el miedo se enfrenta a la utopía de haber elegido amar en lugar de sufrir.