“El mundo ha comenzado significando antes de que se sepa lo que significaba, el significado está implícito, pero no por ello es conocido.”
Levi-Strauss
Desacelerando de un vértigo en el que hemos perdido la certeza de volver a ser libres, nos preparamos para percibir otra realidad: ¿Nos adaptaremos a un mundo gobernado por la lógica de las tres dimensiones euclidianas, o saltaremos a otro de cinco, donde veremos cada cosa como un conjunto de colores y formas que aparecen y desaparecen ante nuestros ojos atónitos?
En este tiempo de reclusión hemos creado un espacio con más luz; seguimos sintiendo la gravedad bajo nuestros pies pero, realmente… ¿Es necesario hacer tantas cosas en un solo día, de ello depende nuestro estado del bienestar, o es la neurosis del consumo de masas lo que nos empuja a una actividad patológica que nos está matando y está alterando el equilibrio de la Tierra?
La fuerza al servicio de la geometría anti contagio; la cuadrícula y la celdilla como epicentro del diseño urbano, marcándonos el tono y el ritmo de la convivencia: homeostasis, la lucha de la vida por prevalecer y mejorar; cada crisis superada nos convierte en organismos mejor adaptados al Sistema Tierra, donde sobrevivir es una gran victoria: extinciones masivas de especies jalonan la historia de este pequeño y azulado mundo.
Si la luz es una vibración y puede viajar a través del vacío, es porque el propio vacío está vibrando, y esto puede ocurrir porque el vacío realmente existe en cuatro dimensiones de espacio y una de tiempo, añadiendo la quinta dimensión, la fuerza de gravedad y la luz pueden unificarse en el hiperespacio; ahí es donde vamos realmente a construir nuestra nueva realidad, no en transportes públicos con mascarilla, playas rotuladas o políticas geoestratégicas; nos encontraremos con los dioses más allá de lo visible, en el mundo de los afectos, de la tecnología emocional: programas que modulen nuestras sensaciones y pensamientos; un análisis probabilístico del pasado que nos haga vivir el presente como la mejor opción posible.
Hemos de aventurarnos en el materialismo sentimental, inteligencia artificial con capacidad para sentir afecto o desafección dependiendo de cómo y para qué sea utilizada. Este momento demanda una creatividad que vincule las cosas, una totalidad que unifique las partes y establezca relaciones entre ellas, creando una nueva totalidad antes inexistente, donde lo separado acaba fundiéndose y configurando una nueva totalidad.
Saliendo de la jaula, con miedo a la libertad porque puede disolvernos en la dictadura de los deseos, nuestra naturaleza nos espera, bella y letal, como siempre.
Sabemos lo que va a pasar, tenemos capacidad para adelantarnos a nuestros actos y a nuestros sentimientos; somos el futuro y el pasado en cada una de nuestras acciones y en cada uno de nuestros pensamientos. Avanzamos entre afectos, seleccionando respuestas a estímulos internos y externos a una velocidad tal que nuestro cerebro los procesa con un ligero retardo: vacío de no-tiempo entre cada unidad de tiempo. Los sentidos encargados de situarnos en el mundo, creando nuestra forma a ambos lados de la piel, funcionan como puertos donde naves mitológicas atracan y zarpan portando mercancías y viajeros de todos los rincones del universo.
Como El Argo en busca del Vellocino de Oro, nuestra consciencia anhela el momento anterior y posterior a la vida, dimensión donde sí somos conscientes de ser parte de una protointeligencia implícita en la materia, evolucionando al margen de lo causal y de lo secuencial, mutando continuamente y haciendo que la materia se cree y se replique a sí misma.
La vida en un espacio que crea espacio; pasando este, de ser donde todo sucede a ser lo que sucede: espacio, luz, gravedad y tiempo: cuerpo, cerebro y mente.
No deja de sorprender que, en una sencilla hoja de papel, un matemático pueda describir las propiedades de objetos de más dimensiones de las que pueden ser visualizadas por nuestros cerebros. La idea de orden implicado tiene la ventaja de permitirnos trascender la dicotomía entre materialismo e idealismo; tiene la ventaja de permitirnos trascender la mente.
* Portada de Nela Prieto