“La evolución es autorrealización a través de la autotrascendencia”
Erich Jantsch
Observas un líquido homogéneo. Al mirarlo no distingues ninguna forma; imagina que es similar al agua limpia. Bien, pues acto seguido cogemos una luz y la enfocamos al líquido, pero ahora la luz hace que distingamos formas de diferentes colores en su interior, la luz ha hecho que ahora veamos un líquido compuesto por diferentes sustancias y estructuras donde antes veíamos una unidad homogénea e idéntica en estructura en cada una de sus partes.
Pues bien, el líquido homogéneo es La Creación, La Realidad Última; y la luz con la que enfocamos este líquido son nuestros cerebros y procesos cognitivos creando la ilusión de ser cuerpos y mentes separados del resto.
“El desarrollo, o la evolución, consiste en una serie de transformaciones o despliegues jerárquicos de las estructuras profundas del sustrato inconsciente, un proceso que comienza con las estructuras inferiores (pleroma y cuerpo) y finaliza con las superiores (Dios y el Vacío)” (Wilber, 1980). Es decir, cuando todas las sustancias y estructuras que estaban ocultas (reprimidas) en el líquido homogéneo, o sea en el inconsciente, emergen, si es que consiguen hacerlo, ya todo es conciencia, sólo existe conciencia. “En términos aristotélicos podríamos decir que, cuando todo el potencial se ha actualizado, el resultado es Dios” (Ibídem)
Cuando meditas e indagas en, ¿Quién soy yo? Las respuestas se agolpan, hasta que consigues no decir nada; es decir, soy vacío innombrable y, más tarde, consigues decir, soy Todo. El ego se ha vaciado y ha sido llenado por El Todo. Un estadio que, a diferencia de todos los demás, se halla más allá de todos los símbolos y de todas las formas que en este nivel no sólo dejan de ser necesarios, sino que incluso constituyen un impedimento para Lo Que Carece de Forma.
Al regar las plantas, al caminar por la montaña o por la orilla del mar ¿Quién soy yo? Y ¿por qué soy yo? Soy Todo y Lo Soy porque soy la Realidad Última, no hay nadie más que Tú para contestar. Has trascendido multitud de egos para llegar aquí y ahora.
Lo fragmentado es impermanente, debes procurarte la liberación, sobre todo de la muerte, esa amenaza muda que siempre mira de frente cuando alguno de tus egos, aparentemente liberado, se mira en el espejo y al segundo de estar disfrutando de la liberación aparece la muerte en el espejo. Este es el instante en el que accedemos a la visión definitiva, somos La Conciencia Pura manifestada en ser humano, nunca hemos nacido y nunca hemos muerto, sólo aparecen y desaparecen las formas o cuerpos en los que emergemos o nos manifestamos. En palabras del psiquiatra Dean “tiene lugar una iluminación intelectual totalmente imposible de describir, un destello de intuición en el que uno cobra conciencia del significado y la trayectoria del universo, una identificación y una fusión total con la creación, el infinito y la inmortalidad, una profunda revelación del sentido y, en suma… de un sobre-yo tan omnipotente” (Dean, S. 1976)
Lo múltiple no permanece, la realidad fragmentada muere. La realidad homogénea, como el líquido del principio una vez que se han disuelto en él, todas las formas que estaban reprimidas y sin emerger en su interior, cuando todo el inconsciente se ha hecho consciente, y sólo queda ese líquido homogéneo, ese Vacío, ese Todo, eso es lo que permanece, pues atemporal y aespacial.
Todo lo que consideramos que emerge ante nosotros como un fenómeno objetivo y exterior a nosotros no es más que una emanación de nuestra conciencia. La iluminación ni se busca, ni se aprende, se recuerda, somos Dios. Ahora bien, la estructura profunda de cualquier lenguaje constituye la representación de una sintaxis perceptual concreta; es decir, de un determinado tipo de descripción de la realidad que se halla integrada en la misma estructura del lenguaje. Es, en palabras de Wilber, «a partir de ese momento cuando la estructura de tu lengua se convierte en la estructura de tu yo y es la que termina determinando los límites de tu mundo” (Wilber, K. El proyecto Atman, 1978).