Sin dejar huella

«Existe una gran mente de la cual la mente individual sólo constituye un subsistema»

James Lovelock

H3, tras cuatro meses jugando a ser pobre, regresa a la seguridad de la mansión familiar. Sábanas limpias, comida sofisticada en el plato, ducha con hidromasaje, biblioteca, pista de pádel, terraza cubierta con butacones para leer, bodega, coche, moto…

– Senegal, Mauritania y Marruecos… Ha sido una experiencia increíble, he conectado con el pulso de la Humanidad como nunca antes lo había hecho. Ni el máster en la Universidad de New York, ni el mes con los indígenas en la sierra Lacandona de Chiapas… Este viaje me ha hecho ver con nitidez que la Globalización es una estafa que, las nueve familias que controlan el ochenta por ciento de los recursos del planeta, le quieren endosar a toda la Humanidad. Los objetivos marcados en las agendas de las grandes corporaciones transcontinentales, de las organizaciones internacionales pro derechos humanos como Naciones Unidas, de los clubs geoestratégicos como la Unión Europea o los Estados Unidos, de las dictaduras barnizadas de democracia como Rusia o China… Todos sus objetivos son falsos. Cortinas de humo para que no veamos sus intenciones reales de exprimir el planeta hasta que no quede especie alguna sin ser explotada por su sed insaciable de beneficios… – ¿Un té? – la criada le saca de sus cavilaciones mesiánicas y le sirve un té verde con jengibre.

R9, novia de H3, vive en un piso de sesenta metros cuadrados junto a cuatro hermanos y unos padres que salen y entran del paro con regularidad. Siendo los periodos en los que en la casa sólo entra el sueldo de R9 los más habituales. H3 fantasea con el marxismo, con el anarquismo intelectual de Proudhon y el existencialismo de Camus, mientras se ducha tras haber pasado un par de horas montando a caballo, acompañado de su hermana, por la finca de los Tres Torres, vecinos que les permiten cabalgar por sus tierras a cambio de los favores de L1, veterinario y marido de la hermana de H3. 

R9 considera que no se debe perder el tiempo con frivolidades y más bien enfocarse en estudiar y trabajar para ascender en la escala social. Estudia tercero de ADE y se visualiza dirigiendo su propia empresa; teniendo reuniones para diseñar la visión, misión y el plan estratégico con su gente de confianza. Un equipo que, sin pedírselo, trabajará doce horas al día porque la empresa será su segunda familia. Turbo capitalismo de última generación.

H3 siente que hay que implementar los protocolos que posibiliten un mejor reparto de la riqueza. La clase obrera tiene que recibir formación de calidad subvencionada por el Estado; de esta manera no serán marionetas manipuladas por fuerzas políticas sin escrúpulos que cada cuatro años les convencen de que van a luchar por sus derechos, por mejores salarios y por garantías laborales que los empresarios, como su padre, no quieren concederles por mera avaricia e inercia feudal. H3 enciende una pipa de marihuana en el yacusi con vistas a la sierra y lee, flotando entre nubes de justicia social, La Revolución Permanente de Trotsky; piensa que el posneoliberalismo está acabando con el planeta, acelerando el cambio climático y haciendo que la brecha entre clases sociales sea cada vez mayor.

R9 termina de vestir a su hermano menor y sale de casa para llevar al mediano a clases de catequesis para la Confirmación. Mientras espera a que termine la clase, escucha una entrevista en la radio a un candidato de ultraderecha que habla de lo difícil que es conseguir una beca de estudios para un nacional y lo sencillo que lo tiene un inmigrante que acaba de llegar en patera. R9 está de acuerdo, en su barrio cada vez hay menos gente del país. Cuando va al súper o a sellar el paro todos son extranjeros; gente que ha venido de no se sabe dónde y que viven de lo que sus abuelos sudaron para sacar la nación adelante…

H3 se pone las botas, se ajusta el casco, enciende la moto y sale como un tiro en busca de R9 con la que ha quedado en la entrada sur del parque de La Ciudadela. Se saludan con un beso cálido y emotivo. Están de acuerdo en no tener hijos, el planeta no se lo puede permitir. H3 lo hace por conciencia ecológica y R9 para poder crecer sin las servidumbres que supone la maternidad.

– Si realmente fueras ecologista no vivirías en una casa en la que cada día, al anochecer, se encienden decenas de farolas para iluminar todo el perímetro y poder dormir tranquilos – le comenta R9 mientras mordisquea una hamburguesa vegana en el Cat Bar – Mira, a mí el cambio climático me es bastante indiferente, creo que es un invento de los políticos para asfixiarnos a impuestos; pero bueno, si a ti te importa tanto, vente una temporada con nosotros. Vivimos en una carencia tan radical que nuestra huella energética es casi inexistente. Si por nuestro consumo fuera, la selva amazónica duraría milenios – concluye R9 mientras se limpia las comisuras de los labios y bebe un buen trago de una lata de cerveza Epidor. – H3 la mira, se ríe, la besa y se tumban sobre el césped a la sombra de un frondoso castaño de indias.

–¡Presidenta! Le esperan en la sala de reuniones – R9 avanza satisfecha contemplando lo que ha conseguido en tan sólo diez años, una flamante empresa de transporte internacional por carretera, cuarenta camiones recorriendo el continente europeo de noche y de día.

H3 y su familia lo perdieron todo en la crisis de las tecnológicas de 2025. La tormenta solar que inutilizó durante semanas las aplicaciones de todo el planeta, hizo caer en picado las acciones donde la familia de H3 tenía invertido la mayor parte de su capital. Este hecho, seguido de unos cuantos movimientos desesperados, sugeridos por un pésimo gestor de fortuna, antiguo compañero de máster de H3, les dejó completamente arruinados. Ahora, la familia al completo trabaja para R9.

H3 coge el bastón que le tiende R9; aún caminan con soltura pero las empinadas escaleras del casco antiguo cada día les cuestan más. Acaban de volver de Egipto. El calor ha sido odioso pero han podido disfrutar de lo que aún queda del Nilo imperial, a un año de ser engullido por las arenas del desierto. Suben despacio las escaleras que les conducen a la entrada del castillo de Begur. Se secan el sudor y miran cómo ha cambiado la costa, las olas rompen sobre los campanarios de las iglesias sumergidas por la subida del mar. Las gaviotas les miran de reojo y surfean flotando ingrávidas entre ellos y el Sol.

  • Cuadro de la brillante pintora María del Carmen García Sanz

4 Comentarios

  1. Disfrutar de lo que les queda de NILO , y ver que el mar se traga todo su imperio.. mientras las gaviotas les miras de reojo… BRUTAL!! y tan REAL como la vida misma….

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